El mercado y la escucha

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Por Xilonen Luna

Caminar con el sentido de la escucha en un trayecto del espacio arqueológico de Cuicuilco al mercado del barrio, es en principio dejar de escuchar el contraste de la tierra floja y el sonido lejano de carros veloces que transitan por el periférico; es separarse de un recinto “sagrado” y “normado”, para adentrarnos en un silencio de calles angostas que de por sí desentonan con otras calles del mismo barrio. En estos espacios impera, normalmente, el mercado ambulante que transita a diario; pero hoy se escucha una inusual tranquilidad.

Introducirte en el corazón de una colonia “popular” con pavimento disforme te invita a advertir la dinámica a media mañana de sus habitantes. Como caminamos entre semana y por las 11 de la mañana, casi no hay niños en la calle y las casas están en silencio, apenas dejando oír a uno que otro habitante que suena con sus ocupaciones domésticas. Una mujer, por ejemplo, barre la banqueta de su casa:

Caminamos con la expectativa de saber cómo se desarrolla la escucha en un espacio “libre”, pero encerrado, en el cual la oferta y la demanda te invita a comer, a comprar, a oler, a escuchar, a indagar; es el lugar donde se privilegian e interconectan los sentidos.

El primer “llamado” sonoro que nos anuncia que estamos llegando al mercado son los “pajaritos mecánicos” de las tortillerías, los cuales invariablemente te participan que estás a punto de llegar a un lugar donde se privilegian las actividades comerciales:

Otros sonidos singulares son las camionetas de carga con mercancía que se identifican sonoramente sonoramente a través de sus escapes.

El mercado es un espacio adecuado en términos de su tamaño, que se presta para el “bullicio” y la burla compartida entre locatarios. Es un intersticio de comunicación de negocio a negocio, donde hay un acuerdo compartido.

No hay una norma sonora que clasifique los sonidos del mercado. Mientras que en los negocios de comida se privilegia la música de artistas que son producto de la mercadotecnia, en ocasiones domina la llamada “música tradicional” grabada o “en vivo” a través de la música jarocha y las bandas de viento. En cambio, en el área de carnes se respira un silencio libre de música que es sustituido por sonidos metálicos de machetes y rechinidos de cortadoras de carne eléctricas.

Aparentemente en el mercado no hay mayores conflictos de sonidos molestos, pero sí desacuerdos por el gusto de estar en silencio, como es el caso de los carniceros; o bien el gusto musical donde los géneros musicales siempre están en negociación. Algunas veces es “Juan Ga”, otras son “música de Veracruz” y música de las bandas de viento.

Se respira una aparente antipatía hacia “lo tradicional”. Pero ese disgusto es sólo un punto de vista, ya que para la estilista el sonido del organillero le despierta un sentido de semejanza.

 

Publicado por

Sísifo Pedroza

Artista e investigador mexicano. Radicado en la Ciudad de México. Me intereso principalmente estudiar las prácticas artísticas, primordialmente musicales, que se desarrollan al margen y/o en contra de la lógica cultural capitalista. Para ello, participo en diversos proyectos artisticos y grupos de investigacion, en los que realizo distintas tareas que van de la composición musical a la elaboración de fanzines, a la asesoría de investigación, el videoarte y la danza butoh. Soy miembro del Colaborativo MX (colaborativo.net) y redacto el blog elinstantedesisifo.net

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